El oficio de redactor
Reflexiones sobre el oficio de redactor
Las personas que se dedican a la actividad de redacción, antes de empezar con su tarea deben buscar o recabar toda aquella información que les sea útil para su proyecto. En el caso de una redacción libre, las ideas o inspiración puede encontrarse en lugares rutinarios, en la calle en los quehaceres diarios, en el trabajo, también cabe la posibilidad de hallar fuentes sin necesidad de salir a buscar ideas, con fuentes como internet, o la televisión. De lo que trata es de encontrar la mejor idea para enlazarla a un contenido potencialmente atractivo. Es parecido a buscar un concepto que será el gatillo que ayude al enfoque inicial.
Como hemos dicho, la inspiración puede estar en el exterior, o bien, sin moverse de casa, o por la red. Ya tenemos una palabra, un concepto, un nombre, una referencia que nos permite empezar con el objetivo a lograr. Incluso puede referirse a una afición extendida en nuestra sociedad, o una moda que requiera el uso de algún tipo de objeto o complemento del que podamos recabar información para realizar una buena redacción. Esa pista o referencia nos va a permitir ir desarrollando la labor, una labor clarificadora para quienes puedan estar interesados en lo que allí se exponga. Incluso puede tratarse de un objeto que está expuesto en un escaparate. O de un producto que descansa en alguna estantería de algún comercio cercano.
Aunque otra alternativa, es consultar un catálogo por la red, quizá por esa vía nos sea mucho más cómodo.
Supongamos que el redactor debe hablar sobre un artículo muy concreto, para ello tendrá que buscar toda la información por la red, sus funciones, sus características…etc También puede ocurrir que deba tratar una función más genérica y describir de cuántas maneras puede hacerse; un ejemplo: ¿cómo mantener un césped bien cortado? Ese tipo de textos requieren también una búsqueda complementaria porque, aunque parezca sencillo de desarrollar, pueden haber elementos que no hemos incluido.
Es muy habitual que a medida que empezamos la búsqueda para dar consistencia al objetivo, pueda aparecer una especie de desorden, un caos o brainstorming que pueda incluso durar unas horas sin saber muy bien cómo abordarlo y dar con la forma más adecuada para una buena comprensión del tema a tratar. En ese caso, lo mejor es tomar nota aparte de toda aquella información que se va recabando y no tener prisa para empezar el texto.
Supongamos que hay que redactar sobre algo general, relacionado por ejemplo con las bicicletas, tan de moda y útiles en la actualidad. Usando un sencillo ejemplo, el tema bicicletas, no deja de ser un tema y también una referencia genérica, con estas dos palabras y se puede empezar a describir. ¿Cuántos tipos de bicicleta hay? ¿Qué tipo de bicicleta es más apropiada para…? A partir de dos preguntas se genera una cascada de ideas derivadas que ayudarán a construir el texto. Es evidente que la persona que va a redactar sobre ello ya entiende de bicicletas, porque tiene experiencia, porque las usa con frecuencia para desplazarse, o porque en su día poseyó una durante un tiempo, y lo más seguro es que sepa por dónde empezar. Le resultará un objetivo bastante fácil de llevar a cabo, y aún más si conoce a personas que por motivos profesionales puedan informarle.
Con el oficio de redactor está implícito el de creación a partir de buscar la mejor palabra. Esa palabra que consideramos la más apropiada posible para alcanzar aquello que se pretende y dar forma al texto. Redactar un texto que puede ayudar a salir de dudas si por ejemplo se trata de describir un producto para ayudar a su venta. O bien, se trate de cambiar un hábito que tengamos y que para ello no sepamos por dónde empezar, ni qué posibilidades pueden haber. Pongamos un ejemplo: estamos en determinadas fechas o en una situación concreta y queremos o tenemos que hacer un regalo o un presente un sencillo detalle a alguien de nuestra esfera familiar, laboral, empresarial. Estamos indecisos, y nos encontramos con qué empezamos a pensar, a cavilar qué podemos adquirir para esa persona. Una descripción de ese producto nos ayudará inmensamente a decidirnos.
El redactor también debe tener presente que tiene que adaptar su redacción al tipo de texto requerido (texto para blog, texto de instrucciones o modo de empleo, texto de redacción libre, etc), que no es lo mismo un texto de blog, que un texto de divulgación científica, que uno publicitario. Y, como norma general, debe tratar de evitar utilizar un texto denso o demasiado complejo, y a la vez, aportar claridad, lo más acertada posible, con el uso de expresiones que ayuden a formarse una buena imagen de lo que se quiere ofrecer.
El inicio en el proceso de redacción había sido un objeto, una imagen, algo que representaba incluso vagamente lo que teníamos de desarrollar. A medida que se va montando el texto, las ideas quedan más relacionadas, tejidas y amalgamadas con el objetivo establecido. Quizá debamos hacer una última búsqueda, a saber, una duda sobre algún pequeño detalle que se nos estaba escapando. Algún aspecto que se nos quedaba por ahí olvidado y ya recuperado. El redactor sabe que no debe escatimar en tiempo para dar veracidad a su texto.
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